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DeSantis domina, Haley recibe y Trump protagoniza


Los candidatos republicanos a la presidencia de EE.UU. se subieron la noche del miércoles a un escenario para discutir sus méritos para llegar a la Casa Blanca, en el último debate previsto este año y a menos de seis semanas de que los estadounidenses empiecen a votar en primarias.

Como ha ocurrido en los cuatro debates celebrados hasta ahora, el favorito indiscutible a la nominación del Partido Republicano y líder muy destacado en las encuestas, Donald Trump, boicoteó la cita. Su cálculo es que, con su ventaja en las encuestas -saca entre 45 y 50 puntos a sus perseguidores inmediatos- tiene más que perder que que ganar en estos espectáculos televisivos.

Estos debates, como la campaña electoral en general, sirven para dirimir quién se queda con el segundo puesto, quién se presenta como alternativa a Trump frente a los votantes estadounidenses cuando toque ir a las urnas, a partir del próximo 15 de enero en los caucus de Iowa. Y, sobre todo, quién puede ser el recambio en el caso de que el expresidente se convierta en un candidato con pocas posibilidades de ganar si sale condenado en una o varias de las cuatro causas penales que le persiguen.

De los cuatro contendientes que cualificaban para participar en el último debate, son solo dos los que pelean por ese segundo puesto: Ron DeSantis, gobernador de Florida; y Nikki Haley, exgobernadora de Carolina del Sur y exembajadora ante la ONU. No tienen ninguna chance los otros dos comparecientes, Chris Christie -exgobernador de New Jersey y ahora enemigo declarado de Trump- y el emprendedor Vivek Ramaswamy, deslenguado y faltón. Este último embarró el debate con insultos y maniobras pendencieras que no consiguieron sacar el foco a lo fundamental: la pelea para posicionarse detrás de Trump.

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DeSantis apuntaba hace un año como gran favorito para ser el sucesor o la alternativa de Trump, tras conseguir una reelección contundente en Florida y tras los resultados mediocres de los republicanos en las elecciones legislativas, que muchos achacaron al protagonismo del expresidente. Pero Trump se disparó en las encuestas imputación tras imputación y DeSantis se desinfló. Todavía peor para él: Haley, una política convencional, con mensajes conservadores pero imagen moderada, ha crecido con fuerza en los últimos meses en los sondeos, hasta sobrepasar a DeSantis en alguno. Se han volcado con ella donantes poderosos del Partido Republicano y se ha convertido en la sensación de la campaña.

Por ello, tanto DeSantis como Ramaswamy fueron a por ella (Christie siguió a lo suyo, centrando todos sus tiros en Trump). Le afearon que se haya vendido al dinero de los grandes donantes de la formación. «Lo que ellos quieren es que les apoyen a ellos», respondió Haley con rapidez.

DeSantis utilizó muchas de las preguntas que le lanzaron las moderadoras, tres periodistas de NewsNation, un canal conservador, para convertir sus respuesta en ataques a Haley. Lo hizo sobre su supuesta tibieza con China, con política migratoria o con la normativa sobre el tratamiento de personas transgénero.

Ramaswamy afiló sus ataques hasta el punto del insulto. Dijo que «la única persona más fascista ahora que Biden es Nikki Haley». El emprendedor ya había utilizado tácticas similares contra la exembajadora en el anterior debate, cuando mencionó a una de sus hijas. Ahora dijo de Haley, hija de inmigrantes indios que se convirtió al cristianismo: «No cuestiono su religión, cuestiono su autenticidad». También la llamó «marioneta» de los grandes poderes, le dijo que no era capaz de nombrar las tres provincias de Ucrania donde quería mandar tropas estadounidenses y sacó un cartel en el que había escrito con un rotulador ‘Nikki corrupta».

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«No merece que le responda», fue la reacción de Haley, peor que la de Christie, que salió en su defensa y le llamó a Ramaswamy «fantasma asqueroso» (a Christie, que padece de sobrepeso, le dijo Ramasmawy: «Haznos un favor a todos, sal del escenario, pégate una buena cena y cancela ya tu campaña»).

Haley estuvo correcto, pero con menos brillo que en los anteriores debates, donde fue la destacada. En el del miércoles, celebrado en Tuscaloosa (Alabama), esa medalla se la quedó DeSantis. El gobernador de Florida dominó el debate, atacó a Haley pero sin la acidez de Ramaswamy, y se quedó fuera del barro. Cuando fue su turno, endosó mensajes que encajan muy bien en el electorado republicano: insistió en su dureza extrema en la frontera y, en referencia a inmigración, dijo que «no podemos permitir que EE.UU. sea como Europa».

También salió airoso en el asunto más espinoso de los debates, que no es ni la ayuda a Ucrania, ni el aborto -que ni se mencionó-, ni la política exterior de EE.UU. en Oriente Medio. Las preguntas que realmente temen los candidatos son las que tienen que ver con Trump, que mantiene el apoyo de una base leal y considerable a la que nadie -con la excepción de Christie- quiere enfadar.

Pero las moderadoras del debate -encabezadas por Megyn Kelly, en su día estrella de Fox News, tuvo encontronazos con el expresidente- insistieron en preguntas sobre lo que debería ser fundamental en estos debates: qué ofrecen los candidatos que sea mejor que Trump, por qué deben ser ellos los nominados y no el multimillonario neoyorquino.

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Christie se mofó de los esfuerzos de sus rivales sobre su miedo siquiera a decir el nombre de Trump. «Pero hay que decir la verdad: no está capacitado para el cargo», dijo Christie.

Esa misma pregunta se la lanzaron a DeSantis, que hizo piruetas para evitar, pese a las insistencias de las moderadoras y de Christie. Pero dejó mensajes más útiles para sus intereses: «No se puede derrotar all paso del tiempo», dijo sobre Trump, que si gana las elecciones el año que viene, sería el presidente que gana una elección con más edad, por encima de Biden. «Necesitamos alguien más joven», dijo antes de recordar las carencias de la presidencia de Trump: no levantó el muro con México ni lo pagó el país vecino, no acabó con la corrupción en Washington, no despidió a Anthony Fauci -el líder médico de EE.UU. durante la pandemia de Covid-19, odiado por los republicanos- y deportó menos inmigrantes que su antecesor, Barack Obama. Después compensó estas críticas asegurando que la investigación a Trump en 2017 por la llamada ‘trama rusa’ fue el «mayor abuso de poder de la historia de EE.UU.», música para los oídos de los votantes de Trump.

DeSantis tiene buena parte de su estrategia electoral centrada en conseguir un buen desempeño el mes que viene en los caucus de Iowa, el banderazo de salida a las primarias republicanas, y habrá que ver si este debate le ayuda a contener el empuje de Haley.

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