Festival Eñe | Mariana Enríquez: “Es terrible cuando el terror audiovisual busca la corrección política”



Un poderoso nombre literario y la cercanía de la fiesta de muertos parecieron aliarse el pasado sábado para abarrotar la sala de la Biblioteca Regional de Madrid Joaquín Leguina con motivo de la charla Horror se escribe con eñe: Novela contemporánea en castellano. Allí estaban Mariana Enríquez, celebradísima autora de la terrorífica novela Nuestra parte de noche además de un buen puñado de cuentos de horror, y otros dos especialistas del género como Ismael Martínez, autor de Solo los vivos perdonan, y el también escritor Rubén Sánchez Trigos, que se encargó de guiar la conversación. El marco era el Festival Eñe, con una programación muy centrada en lo espeluznante a lo largo de toda esa jornada, y se trataba de desentrañar cómo se escribe una historia para provocar miedo y de si hay alguna especificidad en las que se escriben en castellano, aunque a tenor de lo allí escuchado, esto último pasó a un segundo plano.

“El terror es una forma de lenguaje, ya sea en cuento o en novela, la mejor expresión de los tiempos que vivimos. No es inmaduro, pueril…”, dijo la escritora argentina reflexionando sobre la importancia de este género para la novela contemporánea. “Y la razón de por qué le gusta a la gente es porque trata de cosas íntimas de forma no solemne”, apuntó. Sobre la aportación fundamental que ella ha hecho a ese género se expresó Ismael Martínez, que habló sobre la “falta de novelas de acontecimiento que rompieran las barreras del lenguaje, de los espacios y del género. Y Mariana Enríquez lo ha conseguido”.

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Si bien las historias son contadas para ser escuchadas, parece que ese pacto con los lectores, para Enríquez, pasa a un lugar secundario. Cuando Sánchez Trigos habló de la deuda que los escritores tienen con ellos, porque el autor de una novela de terror, según él, tiene la obligación implícita de escribir un punto culmen de tensión terrorífica, Enríquez tardó unos segundos en contestar. “Yo me lo debo a mí misma. En el lector no pienso mucho, con todo el respeto”, admitió girándose hacia la multitud, que respondió con sonoras carcajadas. No serían las únicas de la tarde. “Lo paso bien, son momentos fundamentales”, contó una autora que siempre ha defendido cuánto disfruta escribiendo de lo que escribe.

En lo que se refiere a métodos y técnicas, mientras Enríquez es una de esas escritoras que planean la novela antes de comenzar a escribirla, Martínez es partidario de la improvisación para sorprender al lector. “Somos aficionados, apasionados del terror. Por eso escribimos. Si quieres hablar del subconsciente, donde ocurren cosas muy sucias, terribles, como autor también estás obligado a escribirlas. Por eso, creo que cuanto más racional seas y más quieras controlar como autor, es más probable que se pierda algo por el camino”. Para la argentina, no son tanto los umbrales del terror -esa escalera que va de lo menos horrendo al miedo más paralizante-, los que garantizan la sensación de sorpresa en quien lee estas historias, sino el desarrollo de los personajes, como ella misma demostró en Nuestra parte de noche, en la que había unos cuantos memorables.

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Lo políticamente correcto

Uno de los temas que más conversación generó fue el del posible contenido político o la intención de denuncia que los autores ponen en sus obras. Ninguno se mostraba muy de acuerdo en utilizarlas explícitamente para eso. “La denuncia no me gusta, pero lo político me interesa en todo. Escribir terror situado en Latinoamérica ya es algo político. Yo no sabía cómo hacer una novela universal y neutral”, dijo Mariana Enríquez.

“La denuncia no me gusta, pero lo político me interesa en todo”

Mariana Enríquez

Ismael Martínez estaba de acuerdo en que la elección del escenario en una obra ya implica unas connotaciones políticas. “Siempre hay posicionamiento político desde el punto de vista del autor. El contexto de la historia, la creación de los personajes, decidir quién es el narrador… El problema llega cuando señalas a lo otro con connotaciones negativas. Como decía King, ‘el terror es muy conservador’: los autores necesitamos personajes que se corrompan, que sean terribles porque si no, no hay historia ni conflicto. Pero hay que evitar los maniqueísmos”, explicó.

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En conexión con esto, no faltó el debate sobre lo políticamente correcto en un género como este. “Es terrible cuando el terror audiovisual busca la corrección política”, comentó Mariana Enríquez, y añadió que “si observas la realidad, que es muy diversa, tendrás siempre personajes diversos. Pero como autor no debes obligarte a ello”. Para ilustrar su postura, la autora habló de la serie Entrevista con el vampiro de HBO Max, inspirada en la novela homónima de los años 70 de Anne Rice: El protagonista de la novela es un vampiro “esclavista, pero en la serie de pronto este personaje es negro, lo cual cambia el mensaje que la autora pretendía transmitir”. No se trata, explicó, de que las adaptaciones no cambien elementos de la historia original, pero si va a haber alteraciones, estas tienen que aportar cosas nuevas a la trama, en ningún caso limitarla.

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El terror es un género que, aunque siga un tanto arrinconado en el ámbito de la literatura, logra generar debates sobre la condición humana, el miedo a lo desconocido y la deriva que está tomando la sociedad. “Para que luego digan que el terror no funciona”, había exclamado Rubén Sánchez Trigos al llegar y ver que en la cita del Festival Eñe no cabía ni un alfiler más, una reflexión que recuperó al final de la charla. Porque el terror acelera las pulsaciones, agita las conciencias y dice mucho más de uno mismo de lo que se pueda pensar en un principio.

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