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Ian Gibson, un detective contra el olvido


Predestinado a ser el biógrafo de Federico García Lorca, de cuya muerte dio cuenta minuciosa en diversas obras que cambiaron el curso del conocimiento del asesinato del poeta granadino, Ian Gibson publica ahora su autobiografía, Un carmen en Granada, con la que ganó este año el premio Comillas de Memorias, convocado por la editorial Tusquets.

De sus libros sobre Lorca Graham Greene dijo que era el testimonio de “un detective contra el olvido”, y en este caso el hombre que más ha hecho por desvelar cómo se fue preparando el asesinato del principal poeta español del siglo XX cuenta, sin reparos, su propia vida. Desde la niñez hasta ahora mismo, Gibson ha vivido una historia compleja, que incluye dramas familiares, indecisiones personales sobre la raíz y la voluntad de lo que quería hacer con sus días, además de decisiones académicas que fueron marcando un rumbo que al fin fue Granada, un carmen [vivienda típica granadina] a partir del cual inició su ruta para saber de los perseguidores de Lorca. No sólo llegó a buscarlos y a encontrarlos, con sus nombres propios, sino que incluso halló a quienes podían decirle cómo y dónde al fin le dieron muerte.

En algún momento de este libro Gibson explica que quizá fue predestinado a ser el biógrafo de Lorca. Llevar a cabo su autobiografía es, en cierta manera, explicar hasta qué punto, aun antes de conocer la historia del poeta de Granada, ya había en la vida de Gibson instrucciones que le llevaban a los aledaños de la propia vida del poeta. Su hermano Alan, homosexual, el más brillante de la familia, es en esta autobiografía una referencia que muchas veces viajas en el mismo trayecto sentimental que el que marca el poeta de Granada.

En esta entrevista, hecha en su casa de Lavapiés, en Madrid, este irlandés de 83 años se muestra como el español que es desde antes de tener la nacionalidad que Felipe González le otorgó en 1984.

P. Su libro parece escrito, en efecto, por un detective que lucha contra el olvido.

R. Pues sí: yo me siento un detective contra el olvido. Mira: acabo de ver el documental sobre Queipo de Llano [Pico Reja] y he salido del cine muy emocionado. Porque en España tenemos una derecha que no es capaz de reconocer nada y dicen que son católicos y, en consecuencia, deberían tener en cuenta el bien del prójimo, ¿no? ¡Qué hipocresía! Hoy todavía hay restos humanos en cunetas, tirados ahí como si fuesen perros y… ¿no piensan ayudarles? Pues no. Dicen que esto ya es historia pasada, que no hay que reabrir heridas. Pues, oye: ¡es que todavía no se han cerrado! ¿Por qué no son capaces de reconocer que el franquismo fue un régimen criminal en su raíz y en su desarrollo?

P. ¿En qué se parece la ultraderecha de hoy a la que asesinó a Lorca?

R. Son iguales. No han cambiado. Porque la derecha de hoy viene del franquismo. 40 años de dictadura es mucho tiempo. Cuando acabó todo lo de Hitler, en Alemania hubo juicios. Aquí, nada. Hitler se suicidó, a Mussolini lo colgaron… Y a Franco… ¡A Franco nada! Y, encima, la historia se ocultó. Los abuelos ni siquiera hablaban con sus hijos y sus nietos del tema.

P. Su libro es una autobiografía, pero contiene muchos personajes españoles, García Lorca es el más potente. Pero aquí el personaje fundamental es su propio hermano, ¿no?

R. Sí, sí. Él es fundamental. De hecho, está en la portada, a mi lado… Pero, bueno, cuando leí el Romancero gitano supe que había encontrado algo fundamental en mi vida. Pero antes había conocido a Rubén Darío y luego descubrí que Rubén fue el maestro de Lorca. Porque Lorca sin Rubén no sería el mismo Lorca. Yo iba a estudiar filología francesa, pero… un profesor dio un curso sobre Rubén Darío y a partir de ahí empecé a tirar del hilo y llegó Lorca y luego Machado y… mi vida cambió.

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P. Quiero que me cuente sobre Alan. ¿La tendencia sexual de su hermano influyó en que tú luego indagaras sobre Lorca?

R. Sí. Gracias por insistir, porque me he ido por las ramas. Mira: cuando supe que mi hermano era gay fue una cosa terrible. Porque recuerda que estábamos en una Irlanda ultracatólica. Eran los años 50 y… todo era horrible. No podías conseguir el Ulises de Joyce, por ejemplo. En fin. Yo nací en una pequeña minoría irlandesa, la metodista, protestante, pero estaba rodeado de un océano de católicos. Y ser metodista era ser casi como un judío: los domingos no podíamos hacer nada, pero nada. De repente, el niño preferido, Alan, resultó que era gay. Bueno, fue terrible para mis padres y para mí. Pero eso luego me ayudó a interesarme y a comprender a Lorca.

Al ir conociendo a republicanos represaliados, me di cuenta de que era mi obligación investigar el asesinato de Lorca

P. Lorca es una urgencia en su vida.

R. Sí, sí. Ya te digo: leí Romancero gitano y se me despertaron muchas cosas. Me lancé a buscar, a resolver preguntas, sí.

P. Como un detective.

R. Sí.

P. Incluso habló con el enterrador de Lorca.

R. Fue increíble. Tuve un año sabático y fui a Granada y quise vivir en un carmen porque era algo que mencionaba Lorca y a mí me daba mucha curiosidad. Resultó que un carmen era una casa con un jardín interior, oculto a los ojos de los demás. Tuve la suerte de encontrar uno y… ¡pasé un año estupendo! Y, al ir conociendo a republicanos represaliados, me di cuenta de que era mi obligación investigar el asesinato de Lorca. Tuve que investigar de manera más o menos secreta porque a la gente le daba miedo hablar públicamente del tema. Y, pues sí, como dices: yo parecía un detective.

P. Habló con gente que participó en la preparación de su asesinato. De todos ellos, ¿quién le dio más miedo?

R. Nestares, el que había dirigido la zona de Viznar durante la guerra. Él tenía un inmueble en Almuñécar y recuerdo que tenía cosas de nazis en su estudio. Daba miedo.

P. ¿Y Ramón Ruiz Alonso? Con éste, que fue el que lo condujo a la detención, también habló.

R. Lo de Ramón Ruiz Alonso fue un año después de vivir en Granada. Yo volví a España, él vivía aquí en Madrid y al lado del Palace tenía una oficina. Me presenté sin cita, llamé a su puerta y me dijo: “¡Pase!”. Yo había leído algo suyo, donde exponía su ideología fascista y tal. Bueno, pues llegué y le dije: “Me han dicho que usted sabe mucho sobre la muerte de Federico García Lorca y quería saber si usted está dispuesto a hablar conmigo”. Me dijo que, con mucho gusto, así, sin más. Me dijo: “Usted es la segunda persona que ha tenido la valentía de pedirme que hable de eso”. La primera había sido un norteamericano, Agustín Penón. ¡Penón era catalán! Pero yo no lo saqué de su error para no incomodarlo. Me dijo: “Yo le voy a contar todo como si estuviera delante de Dios, con toda franqueza”. Y saqué mi grabadora y… me contó su versión.

P. ¿Él lo mandó matar?

R. No lo sé. Él trabajaba para el gobierno civil. Un gobierno civil ilegítimo, claro. Él estaba a las órdenes del gobernador civil, era tipógrafo y trabajaba en el periódico Ideal, un periódico católico, de derecha. Era un hombre ambicioso, quería ser escritor y… yo estoy seguro de que le tenía envidia a Lorca. Él y otros denuncian a Lorca y… esa denuncia era una sentencia de muerte, claro. Sabían que Lorca era conocido, pero ellos le odiaban y en El Defensor, el periódico republicano de Granada y, por tanto, competencia y contrario ideológicamente al Ideal, siempre hablaba maravillas de Lorca. Así que…

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P. También habló con el enterrador de Lorca. Si el enterrador habló, ¿cómo es posible que todavía no se sepa dónde están los restos de Lorca?

R. Bueno, él me llevó al sitio. 10 años antes él ya había llevado a Agustín Penón y, cuando llamé a su puerta, él creía que yo era Penón y que había vuelto. Le dije que no, pero de todas formas me llevó a Viznar y me dijo: fue aquí. Me decía: fue por aquí, por este rodalillo. Bueno, pues saqué mi diccionario, a ver qué era un rodal. Él estaba convencido de que era ahí. Pero… puede que se haya equivocado, no lo sé. Me dijo: aquí cayeron dos toreros, un maestro republicano cojo y Lorca. Lo del maestro cojo fue para mí una pista fantástica. Porque averigüé que se trataba de Dióscoro Galindo González, contacté a su familia y… bueno, eso ya lo he contado mucho.

P. ¿Lloró por Lorca?

R. Sí. Yo he llorado muchísimo por él. Cuando yo leí Bodas de sangre o Doña Rosita… lloré. Bueno, en toda su obra ves que hay una enorme comprensión por los perseguidos: los negros, los moros, la mujer… La mujer es el gran símbolo para él de la persona oprimida.

Para la familia, su orientación sexual suponía un problema. El propio hermano de Federico publicó un libro en donde no menciona la homosexualidad de Lorca

P. ¿Y por qué la figura de Lorca es tan potente hasta el día de hoy?

R. Su asesinato ayudó mucho a que se le conociera. Pero antes de que lo mataran ya era conocido, lo tradujeron al inglés y al francés… digamos que tenía cierta fama.

P. Pero en su propia familia estaba silenciado.

R. Sí, es verdad. Para la familia, su orientación sexual suponía un problema. El propio hermano de Federico, Francisco, publicó un libro en donde no menciona para nada la homosexualidad de Lorca. Era catedrático de literatura y… eso es doblemente grave, ¿no? Porque que un investigador universitario omita un dato tan fundamental para comprender a Lorca, pues… Así como hay quien dice que no hay que reabrir heridas, también está quien dice que no hay que meterse en braguetas ajenas. Así es esto.

P. ¿Considera que ahora Lorca ha dejado de ser censurado?

R. Todavía hay cierta homofobia. Tu mira al diputado Javier Maroto, del PP, que habla con tanto odio de la izquierda, a pesar de que gracias a Zapatero él se pudo casar con su marido. Hay un problema con eso: odio a los maricones sigue habiendo. Hay más tolerancia, sí. Pero algo queda de ese odio. Lorca es el poeta nacional de este país, quieran o no. ¿Quién lee a Pedro Salinas en Australia? Y eso que Salinas es un gran poeta, eh. Pero… Lorca es universal.

P. ¿Se hizo español por Lorca?

R. Sí. Yo encontré mi vocación de hispanista gracias a Lorca. Y, bueno, me encontré también a mí mismo gracias a él. Es un poeta que te habla de la manera más íntima y… ¡resulta que matan a alguien que tú amas! Además, Lorca cree, como yo, en la España mestiza. ¡Esa es la grandeza de este país! Aunque la derecha no quiera verlo, eso es así. Por las venas de un español corre sangre árabe y latinoamericana, por ejemplo. Por eso ahora no se debería discriminar a gente de esos países, ¿no?

P. Además de Lorca, ¿cuáles otros encuentros han sido decisivos para tu vida?

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R. Mi primer amor: Julia. Mi mujer [Carole] ha tenido que vivir con eso, porque… yo tengo todavía ese dolor. Ah, Lorca es el amor que no pudo ser, eh. Pero si yo no hubiera tenido mi primer amor, así como fue, yo sería otro también.

P. ¿Con este libro se ha rescatado a si mismo?

R. Hay algo de eso. Yo me considero un ser muy dañado, pero ahí digo que los que te hacen daño también son víctimas. Digamos que yo soy un hombre averiado que se ha salvado gracias a mi vocación de investigador.

P. Dice aquí que tenía tendencia a huir. ¿Ya no huye?

R. Sí, todavía. Ante la aparición de este libro, por ejemplo, me siento cobarde. De vez en cuando me tomo un orfidal, un ansiolítico. Es que estoy pasando un momento de ansiedad con este libro, la verdad.

P. ¿Cómo está su hermano ahora, en su memoria?

R. En mi memoria ahora yo le quiero mucho. Traté de acabar con él, cosas de chicos, pero siempre le admiré, le quise mucho. Es que él era un niño brillante, que organizó un teatro para los vecinos y me puso ahí, delante de ellos, y yo salí corriendo. Esa tendencia a huir… a veces me nace todavía. Me tiemblan las piernas y tengo ganas de huir, no me produce vergüenza decírtelo.

Si yo he servido para algo en esta vida es para hacer la biografía de Lorca. También es importante la gratitud que siento hacia este país

P. Y siendo así, ¿cómo ha podido adaptarte a un país tan cainita como este?

R. Porque tenía mi misión. Y me di cuenta de que no podía ser hispanista a distancia. Yo tenía que estar aquí para vivir el día a día. Además, amo los climas y los paisajes de la Península Ibérica. Ya tan sólo con Doñana… ¡uf! ¡Qué tierra! Mira: yo soy iberista, quiero la República Federal Ibérica. No la voy a tener, pero déjame soñar.

P. Usted ha escrito muchas biografías, ¿pero la de Lorca es su gran desafío?

R. Sí, sin duda.

P. ¿Y cómo fue que pasó a hacer la de José Antonio Primo de Rivera?

R. Mi agente le había pedido a Planeta 50.000 dólares por Lorca y jodió la relación con el editor. Entonces, yo tenía cierto material sobre José Antonio, entrevistas, documentos y Lara me dijo: escribe el libro, yo te lo público sí o sí. Nos olvidamos del agente y… me puse a trabajar en eso.

P. ¿Con qué imagen de José Antonio se queda?

R. Para él fue definitiva la figura de su padre. Si no le hubiese hecho caso al padre… habría sido otro. Él admiraba la poesía de Lorca, por ejemplo. Era un hombre culto, pero también chulesco. Lo que puedo decir es que aprendí mucho haciendo el libro, aprendí prácticamente todo sobre el fascismo español. Ernesto Jiménez Caballero me dijo: “Mira, Gibson, tienes que saber que este mundo es de los fuertes. Los débiles… no”. Y eso es el fascismo. Eso me dibujó el ambiente de su época, de la época de Lorca también.

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P. ¿Qué es ahora lo más importante de su vida entera, tal como figura en sus memorias?

R. Mi familia, mi mujer, la biografía de Lorca. Si yo he servido para algo en esta vida es para hacer la biografía de Lorca. También es importante la gratitud que siento hacia este país. Por eso siempre quiero saber más sobre él. Y también quiero que se desentierren a los muertos y que se valore la mezcla de culturas que hay en este país.

‘Un carmen en Granada’

Ian Gibson

Tusquets

352 páginas

20,58 euros

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