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La discreta vida de los 45.000 judíos que viven en España


En la carnicería ‘kosher’ de Chamberí se esconden en cuanto ven entrar a alguien con carné de prensa. Nada de entrevistas y, mucho menos, si hay que dar el nombre y hacerse la foto. Incluso a través de las agrupaciones oficiales se remiten a los portavoces habituales: «No nos atrevemos ni a preguntar a nuestra gente«. La discreción propia de la comunidad hebrea ha mutado en terror a ser señalado para los 45.000 judíos que viven en España. Sobre todo, desde la noche del miércoles, con los incidentes en la sinagoga de Melilla, que siempre ha sido, dicen, como «una pequeña Jerusalén, un ejemplo de convivencia«.

El ataque duele especialmente por ser el lugar en el que se construyó la primera sinagoga o el primer cementerio dentro de nuestras fronteras tras el regreso de los judíos. Lo relata con orgullo Mordejay Guahnich, presidente de la comunidad judía de la ciudad autónoma: «Melilla fue también el puente de regreso a Sefarad tras nuestra expulsión en 1492«. Pero lo ocurrido allí no es un caso aislado. Desde la Federación de Comunidades Judías en España (FCJE) también señalan que en los últimos días se han producido pintadas con la estrella de David en las puertas de algunas familias, algo raro en nuestro país.

El Ministerio del Interior sólo registró trece delitos de odio antisemita en el último año. Sin embargo, el 66 por ciento de los españoles no consideran que negar el Holocausto sea un problema, según datos de la Unión Europea. Un porcentaje elevado frente al 38 por ciento de europeos que sí lo creen. Alejandro Baer, director del centro de estudios sobre el Holocausto de la Universidad de Minesota, opina que en España se da una gran paradoja: «En Europa vemos que los actos antisemitas son constantes, mientras que aquí son limitados, minoritarios. El gran prejucio se explica por el desconocimiento de la población sobre el propio antisemitismo y la cultura judía«.

La existencia de apenas 80 sinagogas a lo largo del territorio demuestra que se trata de una comunidad pequeña si se compara, por ejemplo, con la de Francia, que cuenta con alrededor de 450 sinagogas y 700.000 miembros. Los judíos con nacionalidad española se concentran en grandes núcleos de población –Madrid y Barcelona, principalmente– y en puntos del sureste de la Península. Pero, ¿cuál es su origen? Después de casi cinco siglos de ausencia hebrea en España, las familias que ‘regresaron’ lo hicieron en su mayor parte del Protectorado español en Marruecos y, después de la muerte de Franco, ya en democracia, las crisis económicas y políticas en algunos países latinoamericanos empujaron a muchos a volver a su Sefarad. De hecho, desde la FCJE señalan a este diario que se calcula que casi la mitad de la población judía mundial es sefardí, es decir, originaria de España. Ese fue uno de los motivos por los que, en 2015, se permitió que los judíos con esta ascendencia pudieran pedir la nacionalidad española. La legislación se ha esforzado en avanzar por la integración de un pueblo que se siente amenzado cada vez que se reaviva el conflicto árabe-israelí. Desde el sábado 6 de octubre ese miedo ha regresado.

Jacobo Israel

El cambio democrático


El escritor e ingeniero Jacobo Israel


José Ramón Ladra

La vida de Jacobo Israel es como una cronología condensada de la comunidad judía en España. Nació hace 81 años en el Tetuán del Protectorado y llegó a Madrid en plena dictadura franquista, cuando aún no era del todo fácil llevar una kipá de puertas para fuera.

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«En 1967, con la ley de libertad religiosa, se dio el gran cambio para nosotros pues, hasta esa fecha, el culto era algo reservado a la intimidad, secreto«. Aquella ley permitió que la mujer española de la que se enamoró Jacobo hace 40 años se convirtiera al judaísmo. La religión ya había dejado de ser algo que hubiera que disimular y »ella entendió que era algo importante para mí«, descubre. Este ingeniero de formación y escritor es padre de dos hijas de dos matrimonios distintos –»para nosotros el divorcio puede ser religioso«– y confiesa que es incapaz de abandonar del todo la vida laboral en la que siempre fue un hombre de éxito.

Sus recuerdos, que se van agolpando por décadas, «proceden ahora más que nunca» y, por eso, no siente ningún recelo al exponerse públicamente. Echa la vista atrás para describir aquella España aislada internacionalmente en la que, en su opinión, sí había un «antisemitismo tradicional» que procedía de los sectores más conservadores. Hasta 1975, cuando se consolidó su libertad: «A pesar de que ese rechazo ha ido cambiando de bando y hoy lo sentimos desde la extrema izquierda, somos una minoría muy integrada». Israel insiste en que desde hace años la relación con el mundo cristiano se ha hecho mucho más «fluida y amistosa» y reconoce que el hecho de que el germen de la comunidad proviniese del Protectorado o de países de Latinoamérica derribó cualquier barrera idiomática. «Tenemos una fuerte identidad común y ahora es el momento de protegerla«.

José De Isasa

Reivindicarse sin temor


José de Isasa trabaja en comunicación


José Ramón Ladra

«No tengo miedo de hablar. Hablo porque tengo miedo. Y no me preocupa lo que pase por explicar cómo me siento. Me aterroriza lo que está pasando y me siento en la obligación de alzar la voz«. La frase es de Shai Davidai, profesor de la Universidad de Columbia, pero quien la cita es José de Isasa, porque resume a la perfección cómo sufre estos momentos tan duros para su comunidad. Estos días, viven más que nunca con el corazón puesto en Israel, porque todos tienen un pariente, más o menos lejano, en la tierra prometida. »La teoría de los seis grados de separación entre nosotros se reduce a un par. Es un país muy joven, y al final esto es una gran familia», apunta este experto en comunicación y marketing.

Madrileño, de madre judía y padre católico, De Isasa conoce a la perfección lo mejor de los dos mundos. La semana pasada, cuenta, muchos amigos no judíos arrimaron el hombro y le acompañaron a la manifestación de apoyo a Israel. Pero también la parte más amarga: con sólo seis años otro niño le espetó que él había matado a Cristo. La semana pasada, muchos padres no llevaron a sus hijos al colegio hebreo. «Al final en los momentos de conflicto, como en las Intifadas, yo he vivido repuntes de antisemitismo. Es algo con lo que convivimos y parte de lo que somos. Quizás por eso nos sentimos en la obligación de defender a Israel. A veces se nos achaca que defendemos sin filtro y quizás es verdad, y hay ocasiones en las que el Gobierno israelí toma medidas o hace cosas que no debería, pero en el momento en el que reconoces un mínimo error parece que das la razón a los críticos con Israel y autorizas el señalamiento a los judíos. Se ha construido el argumentario de que lo que pasa con los palestinos es culpa de que Israel hace lo que hace«, resume. Por eso él no quiere callar: como pasó parte de su infancia en el armario por su orientación sexual, no quiere que los jóvenes judíos se sientan obligados a hacerlo por cuestiones religiosas.

Desde el ‘sabbat’ en que Hamás golpeó a Israel, el Rabino Moshé Bendahán no ha parado de recibir llamadas de feligreses en busca de consuelo, de guía. Bendahán, que chapurrea algo de árabe, es el rabino principal de la comunidad de Madrid, ciudad a la que llegó hace 37 años. Al igual que muchos judíos madrileños, nació en el protectorado de España en Marruecos y, después de estudiar hasta los 17 años en Ceuta, se trasladó a Jerusalén para titularse en estudios rabínicos. Lleva el rabinato de la comunidad, que se encarga de momentos como la circuncisión de los varones, el nombramiento de las niñas, la mayoría de edad o los cursos prematrimoniales y las bodas. Moshé, que se conoce a la perfección la organización de las sociedades judías en nuestro país, indica a este periódico que «no todos los judíos en España forman parte de la comunidad –en la que se paga una membresía– aunque sí su mayoría». Pero el ‘club’ va mucho más allá de la sinogoga o el rabinato: el colegio es el lugar que más dinero recibe, pero hay funerarias o departamentos de asuntos sociales que, por ejemplo, en los últimos dos años se han encargado de acoger a judíos ucranianos.

Imagen - «Los mayores lo viven con ansiedad»

«Los mayores lo viven con ansiedad»

En su opinión, la crisis social más importante que vive la comunidad es el divorcio, aunque en estos días sus esfuerzos se centran en traer sosiego ante el terror. Moshé Bendahán explica que existe un equipo de psicólogos que se están volcando con las personas de mayor edad, que son las que más problemas tienen para asimilar todo lo que está ocurriendo. «Lo viven con ansiedad, así que les decimos que procuren no ver determinadas imágenes. Cuando las personas están lejos del conflicto, lo único que pueden hacer es rezar a Dios para que ilumine a los dirigentes y se llegue a una paz y una armonía».

Martín Varsavsky

Solidaridad entre judíos


El empresaio Martín Varsavsky


Guillermo Navarro

El jueves, en casa de Martín Varsavsky se estaban preparando para recibir a una familia de israelíes que han decidido abandonar su país por la guerra, «un matrimonio con tres hijos» que, a corto plazo, no ha visto mejor solución que poner tierra de por medio. «Los judíos en la diáspora y los de Israel nos debemos apoyar mutuamente, especialmente ahora que el país sufrió el mayor ataque de su historia reciente«, apunta Varsavsky, un empresario tecnológico conocido por fundar, entre otras empresas, Jazztel. Español de origen argentino, confiesa que está »afligido« por la reacción de la ultraizquierda, »que fue siempre antiisraelí por el triunfo de Israel como país; les cuesta creer que el trabajo duro y el ingenio llevan al éxito«. Así, »asocian ser judío con ser rico« en una especie de »antisemitismo latente« que, insiste, no está en toda sociedad española.

De hecho, él se siente muy apoyado por su entorno, sean judíos o no. Aunque le gustaría que la comunidad fuera más grande, como en Nueva York o Buenos Aires, en España es pequeña pero variada: antes había más ortodoxos, ahora se han sumado reformistas, seculares, conservadores… «Somos muy diferentes, pero estamos todos unidos y con Israel«.


La profesra de hebreo Cecilia Levit


José Ramón Ladra

En la voz de Cecilia Levit, al otro lado del teléfono, se perciben la tristeza y la alarma que dejan a su paso las guerras. Tiene a varios familiares en Israel en estos momentos y conoce bien lo que es el terror: además de ser profesora de hebreo y de Historia del pueblo judío en el colegio judío de Madrid, enseña a los que enseñan –y a otros alumnos– el Holocausto en centros españoles.

Algunos de sus antepasados se escaparon de la Rusia zarista y recalaron en Argentina, de donde ella emigró hace ya 21 años. «Mi educación ha sido judía, soy sionista, observante. El judaísmo en mi familia se lleva muy adentro«. Sus hijos acudieron al colegio judío, después, su hija realizó sus estudios universitarios en la Complutense y su hijo se formó en una universidad católica. Lo menciona antes de declararse una verdadera »abanderada de la diversidad y el respeto hacia otros pueblos«. Como conocedora de los usos del idioma, aclara que los judíos españoles no se comunican en hebreo, aunque sí es la lengua de sus ritos. »Desde que llegué, he visto cómo cada vez más españoles se iban interesando mucho más que por la gramática. El hebreo habla de nuestra cultura, es el idioma de nuestra fuentes«. Sin embargo, Levit cree que aún hay mucho trabajo que hacer en las escuelas antes de que un adolescente pueda empatizar de verdad con lo que suponía apellidarse Levit en la Alemania del 39. »En el pasado se nos privó en España de una educación profunda sobre nuestra historia o sobre el antisemitismo en el Holocausto. Es desolador ver cómo las masas, nuevamente, nos están acorralando«.

Ethan Bendahan

La ‘burbuja’ de los jóvenes

Hace quince años, cuenta Ethan Bendahan, que hoy tiene 23, era mucho más complicado relacionarte con jóvenes judíos en Madrid, ya que muchos se iban a estudiar fuera. Hoy, incluso fuera de las sinagogas hay organizaciones internacionales que están apostando por traer a España actividades de ocio de todo tipo. El objetivo, añade este madrileño, es siempre reunirse y compartir: «Nuestra vida es un poco burbuja, normalmente te crías en un ambiente judío y quieres preservarlo. Ya sea en la educación formal o no formal quieres estar en un ambiente parecido al tuyo, donde se inculquen los valores del judaísmo», relata el presidente de la Federación de Jóvenes Judíos en España. La mayoría, señala, van al colegio hebreo, aunque luego muchos optan por continuar sus estudios en Israel o Reino Unido y, cada vez más, en las universidades privadas y públicas españolas. «También nos relacionamos con jóvenes no judíos, claro. Nos sentimos muy integrados, muy madrileños».

Imagen - «Normalmente te crías en un ambiente judío y quieres preservarlo»

«Normalmente te crías en un ambiente judío y quieres preservarlo»

Pese a que nació ya en este siglo, Bendhan reconoce que todos los judíos se han enfrentado a algún comentario «incómodo», a veces incluso sin mala intención. Por eso, subraya este consultor, hay que apostar por educar en la tolerancia. «En España hemos estado más resguardados, pero nos hemos educado siempre en la precaución, no vaya a ser que podamos tener algún problema. En estos momentos, con todo lo que está pasando en Israel, hay que tener un poquito más de cuidado».

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