¿Dulcinea del Toboso o Dulcinea de Ulcinj? La leyenda de Montenegro que quiere cambiar ‘El Quijote’



 A 2.846 kilómetros de Madrid, un grupo de vecinos se apelotona en torno a un busto de Miguel de Cervantes. No hablan español, pero saben quién es a la perfección. Lo han leído, lo han comentado, lo han compartido… Lo han hecho suyo. “On je dio naše istorije”, dicen en montenegrino. Aseguran que es parte de su médula y, como tal, lo defienden a capa y espada. De hecho, a cada turista que se acerca hasta él rápidamente le enseñan el presidio en el que, según ellos, estuvo preso. Esta estatua se levanta frente al mar Adriático, en el extremo oriental de la vieja Ulcinj. Aquí, entre minaretes y tabernas, cada día se reúnen los locales para convertir su teoría en realidad. Una que, además, se extiende hasta El Quijote: afirman rotundos que el escritor habría elegido el nombre de Dulcinea en recuerdo de una mujer de la que se enamoró durante su cautiverio.

En este pueblo de Montenegro, de herencia albanesa y religión musulmana, y especialmente codiciado en verano por sus infinitos arenales y mestizas cocinas, no es extraño encontrar referencias al novelista de Alcalá de Henares: sus 10.000 residentes lo han interiorizado a través de una tradición oral que, sin pruebas mediante, han dado por verdadero el mito. “Fue hecho prisionero durante la batalla de Lepanto, en 1571, por unos piratas organizados y peligrosos. Se hizo insigne y llegó a ser conocido entre todos como Servet. Por eso, y por la descripción detallada de la zona, se cree que tomó de aquí la inspiración para una de las obras más famosas de la historia, Don Kijot. Y, como el nombre del personaje más célebre del libro es Dulcinea, y entonces Úlchiñe se llamaba Dulcinium, Dolchiño para sus habitantes, indudablemente se concluye que éste está dedicado a una muchacha local. Servet llegó hasta aquí después de haber sido vendido junto a otros esclavos”, recoge el manuscrito al que la periodista Ángela Rodicio tuvo acceso mientras investigaba para su ensayo Dulcinium: el amor perdido de Cervantes (Confluencias, 2016).

Es decir, por un lado, no niegan que fuese recluso en Argel, sino que hasta allí llegó tras serlo en Ulcinj. Y, por otro, mantienen que, tras su captura por los otomanos, se enamoró de la hija del gobernador. Siguiendo la leyenda, jamás se olvidó de ella ni de la ciudad, una unión que hipotéticamente personificó en Dulcinea del Toboso. “La vida de Dulcinium se asemejaba a la algarabía de los puertos de Nápoles y Sicilia, nada tenía que ver con el abigarramiento de las villas de Occidente. […] Por ella pululaban toda clase de tipos y se escuchaban idiomas diversos. Había militares, marinos, mercaderes de todas las razas, renegados de cualquier religión, vendedores y vendedoras de placeres y vicios, caballeros de Malta…”, sostiene en sus páginas Rodicio sobre uno de los puntos clave de la Vía Egnatia que unía Roma con Constantinopla.

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Este enclave fue uno de los asentamientos primigenios del Adriático y, por tanto, uno de los más disputados a lo largo del tiempo. Tanto es así que, en el mismo año en que acontenció el combate de Lepanto, los turcos se lo arrebataron a la República de Venecia. Un apunte que, de algún modo, podría apoyar la tesis de los ulcinjanis: al ser un nido de piratas, el comercio de siervos estaba a la orden del día. Ahora bien, ¿se hallaba Cervantes entre ellos? A pesar de las coincidencias nominales, los expertos lo tienen claro: no. “Lo que habría que demostrar es que, efectivamente, estuvo en Montenegro. Porque, en caso contrario, ¿cómo podríamos verificar que nunca pisó Finlandia? ¿O Rusia? No se puede probar la negativa: es inviable refutar un mito. En distintos fragmentos de su obra, el literato hace referencias al confinamiento argelino y sostiene haber estado allí, pero jamás dice nada respecto a este país”, explica Jorge García, catedrático de Literatura Española e Hispanoamericana en la Universitat de Girona. Y prosigue: “Esta mitología no sólo no hace daño a la obra cervantina, sino que la engrandece y la universaliza todavía más”.

Otros ‘Montenegros’

Para José Manuel Lucía Megías, director de la Red de Ciudades Cervantinas y catedrático de Filología Románica en la Universidad Complutense de Madrid, no hay que perder de vista que estamos ante una novela de época. Y, en consecuencia, hay que leerla con el marco referencial en el que fue concebida: “La magia de la literatura es que es creadora de nuevas ficciones: personales (recuerdos) y colectivas (mitos). Así, tras la creación de Dulcinea y el éxito del libro en todo el planeta, es normal que surjan fábulas sobre los orígenes de los personajes y los espacios. Lo que permite establecer una genealogía directa entre nuestros territorios y los del texto. ¿A quién no le gustaría ser descendiente del Quijote?”.

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Tal y como específica la Real Academia Española, se entiende por mito “la narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por figuras de carácter divino o heroico”. Ahora bien, ¿qué es lo que, finalmente, lo arraiga a una sociedad? “Cuando se convierten en una tradición popular”, subraya Lucía. “Para que prospere precisa dos elementos: contar con el prestigio necesario para reivindicarse como cercano y tener un elemento topográfico que le vincule a una autoridad. En este caso, el amarre podría ser la plaza de los Esclavos de Ulcinj: si Cervantes fue encarcelado, ¿por qué no iba a ser aquí? Sin embargo, la realidad es tajante: sabemos que todo sucedió en Argel, donde permaneció cinco años, los únicos que estuvo en una cárcel. A partir de ahí, se crea una ilusión a la que se suma el detalle del nombre de Dulcinea. Con este dato en apariencia objetivo buscaban apoyar su premisa para que, con el paso de los siglos, fuese ganando presencia en las calles como un elemento más de la identidad de esta población”.

P. ¿Por qué ha causado esta fascinación en un país tan alejado socioculturalmente de España como Montenegro?

Jorge. Por los universales antropológicos (el gordo y el flaco) que se reproducen en todas las literaturas (Sherlock Holmes y John H. Watson, Epi y Blas…). A ello se une una visión que convierte El Quijote en una referencia para cualquier autor.

José Manuel. Hay tres aspectos que, más allá de defender valores como la libertad, facilitan su apropiación por culturas muy diversas: en primer lugar, la defensa del diálogo como medio de relación entre las personas y como capacidad de escuchar al otro; en segundo lugar, la protección del otro, como alguien que nos va a enriquecer con su desigualdad; y, en tercer lugar, la voluntad de ser, un deseo de tomar las riendas de nuestro destino para cumplir nuestros sueños, más allá de las circunstancias personales y sociales en las que vivimos.

P. ¿Existen otros parajes que han empleado a Cervantes como reclamo turístico?

Jorge. Por supuesto. En Castilla La-Mancha, por ejemplo, hay unos cuantos: de la casa de Dulcinea en El Toboso a la de Don Quijote en Villanueva de los Infantes.

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José Manuel. Éste es un territorio que bien podría ser mítico, pues buena parte de él está creado a partir de su lectura. También hay ciudades americanas, como la mexicana Guanajuato, donde dicen que está enterrado el hidalgo. Aunque este mito puede utilizarse con un fin comercial, realmente es mucho más: vive en su gente con una fuerza en ocasiones mayor que la propia memoria.

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De ahí que no exista una labor por aplacarlos desde las instituciones españolas. Perviven y dignifican la obra. “Mariano de Cavia, a principios del siglo XX, comentando este tema, hablaba de la diferencia entre historia y mito: son las dos caras de la vida, pues requerimos tanto la realidad como la ficción para vivir. ¿Debemos corregirlos? Eso sería como acabar con el arte, con aquello que nos hace más humanos. Una leyenda literaria así no conoce límites. Como tampoco lo habrían de tener nuestras aspiraciones o el deseo de mejorar el entorno”, concluye Lucía. A lo que García añade: “¿Cómo es posible tanto ardor por justificar un imposible? Uno que ennoblece a Ulcinj y no al revés: el honor es para ellos. Cervantes no necesita nada de Dulcinium”. 

UN ERROR DE CÁLCULO

El fenómeno que Miguel de Cervantes ha desatado en Ulcinj puede deberse a una confusión histórica. Así lo atestigua Jesús David Jerez-Gómez, profesor de Humanidades de la Universidad Estatal de California: “Tras consular algunas biografías, entre ellas la del reciente fallecido profesor Jean Canavaggio (Cervantes, Espasa, 1986), parece que su popularidad allí se debe un error de cálculo en relación a las distintas travesías hechas por la galera El Sol durante esos años. Lamentablemente, no he podido encontrar ninguna referencia a Montenegro relacionada con su captura. Canavaggio, uno de los más reconocidos biógrafos cervantinos, explica en la página 100 de su obra que el barco en el que viajaba el escritor fue capturada muy cerca de las costas españolas tras salir de Nápoles el 6 o 7 de septiembre: tras ser apresados, el 26 del mismo mes, fueron conducidos a Argel, puerto de Berbería mucho más cercano, lejos del Adriático”.

Y concluye: “Las biografías coinciden en que Cervantes pasó los cinco años de cautiverio en los baños de Argel, a los que alude en sus obras. El experto no menciona en ningún momento un posible viaje como cautivo a Ulcinj, tan sólo que justo antes de ser liberado el 19 de septiembre de 1580 se encontraba a bordo de una embarcación a punto de partir a Constantinopla con su amo”. 

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