Ley de inteligencia artificial: esto no ha hecho más que empezar | Tecnología


El acuerdo alcanzado este sábado sobre la llamada ley de inteligencia artificial representa un avance histórico en regulación tecnológica. Habla de lo que somos y de lo que queremos ser como continente. Europa es consciente de su papel en el mundo y ha decidido tomar las riendas en la regulación de un fenómeno tan potente como es la inteligencia artificial. Este logro alcanzado bajo la presidencia de turno de España es motivo además de orgullo. Marca un avance crucial en nuestra consolidación como líder del desarrollo tecnológico centrado en las personas, garantizando derechos y apostando por los valores que nos unen. Ahora, con menos fotos, comienza el trabajo técnico, donde cada palabra del nuevo reglamento será revisada. La aprobación formal por ambos legisladores (Consejo y Parlamento), llegará en el primer trimestre de 2024 y dará paso a un período de dos años para su implementación efectiva. Es decir, esto no ha hecho más que empezar.

Dos años se hacen largos. Hay grandes intereses económicos en este sector y no van a esperar a nadie. Conviene recordar que hace solo un año, aparecía ChatGPT -usado por más de 100 millones de personas cada semana – y obligaba a toda una industria a cambiar el paso. De la noche a la mañana convirtió en obsoletos todos los planes, análisis, y predicciones que se habían hecho hasta el momento. Hasta el último momento se ha estado debatiendo sobre cómo incluir esos modelos en este texto legislativo porque nadie lo tenía claro. El resultado final, aun sin conocer, seguramente decepcione, pero tampoco se le podía pedir más. Debatir contrarreloj temas técnicos e ideológicos de gran disparidad, con una presión que recuerda más a la televisión que a la de un proceso legislativo, hace que sea extremadamente complejo un resultado óptimo. Lo importante es el acuerdo. Así que existe un riesgo real de que cuando se implemente, el panorama haya cambiado nuevamente.

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La implementación de la ley no será un camino de rosas. Se abre un desafío mayúsculo: llevar esta normativa del papel a la realidad, hacer que no sea solo un texto bienintencionado sino un instrumento eficaz que responda a las necesidades reales de la ciudadanía. Esto requiere una acción coordinada y decidida de todos los países miembros, un esfuerzo por parte del sector público para adaptarse, para atraer talento y para actuar de forma ágil. El papel de la sociedad civil en este proceso es crucial. No podemos olvidar que la inteligencia artificial, en su esencia, nos afecta a todos. Por lo tanto, es fundamental que las voces de la ciudadanía sean escuchadas, y que sus preocupaciones y aspiraciones se vean reflejadas

Para ello hará falta no solo diseñar y desplegar toda la arquitectura institucional en Bruselas y en cada país, que haga que la norma sea cumplida y respetada. Evitar procedimientos burocráticos y ofrecer sueldos competitivos en el sector público es clave para el éxito. Y hará falta que esto suceda para que quienes gobiernen esta tecnología no estén a años luz de ella o sean susceptibles de ser fichados por los regulados. También será importante que haya un desarrollo homogéneo en los diferentes países europeos. De poco servirá si, como con la protección de datos o los impuestos, hay dumping artificial, dándose interpretaciones más laxas en unas jurisdicciones que en otras o que no haya suficiente capacidad para que las demandas prosperen.

Si algo se ha visto en este proceso, en el que los expertos han firmado más cartas que nunca manifestando su opinión, es que los mecanismos establecidos de consulta pública deben revisarse para incorporar a una población que se siente interpelada a participar en el desarrollo legislativo. En definitiva, el acuerdo sobre esta ley es una noticia que nos congratula a todos los que creemos que los valores democráticos deben regir el futuro tecnológico; ha ganado el estado de derecho frente a las presiones interesadas. Ahora comienza lo complicado a nivel nacional. Los legisladores bruselenses deberían empezar a trabajar ya en la siguiente actualización, porque en la era de la inteligencia artificial, sin lugar a duda, la legislación deberá evolucionar.

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