Jorge Tesone, el director de festival que se endeuda, pega carteles y pinta salas para sacarlo adelante


Tras su estreno en Bilbao en 2022, el pasado 9 de julio llegó a la Cuarta Pared de Madrid una obra con un título prestado de unos versos de Góngora llamada Oveja perdida ven sobre mis hombros que hoy no sólo tu pastor soy sino tu pasto también. La pieza, una maravilla y una de las sorpresas de esta temporada teatral, con texto del argentino Brai Kobla, hablaba de precariedad laboral y de nuestros vínculos, fragmentados y distorsionados por el capitalismo, la tecnología y el multitasking. En el reparto y también al frente de la producción, Jorge Tesone, director del Festival Internacional de Teatro de Logroño (FITLO), que comienza este jueves y que ha incluido en su programación esta pieza en la que el actor interpreta a un tipo cuya vida no está lejos de la suya. Tesone, también argentino, es el único miembro del equipo artístico del espectáculo —formado además por Luis Sorolla, Marina Fantini y Esther Sanz— que no cobrará caché ni dietas. Dice que le parece éticamente reprobable siendo él quien dirige el festival. Pero lo cierto es que este año, como los otros seis anteriores, Tesone tampoco cobrará un solo euro por dirigir el FITLO. “Se trata de reducir costes”, dice.

Decía Kafka que cuando se incendia una casa, aparece la estructura que queda en pie, la que la sostenía. Si prendiéramos fuego a esa casa a la que llamamos teatro y la despojáramos del brillo y el neón, sosteniendo sus pilares y formando parte de sus cimientos aparecería gente como Tesone, un tipo que llegó en 2012 a La Rioja por amor, siguiendo a una estudiante española de medicina que conoció en Buenos Aires. Un actor que hace ocho años, harto de no encontrar trabajo, fue a una sucursal bancaria de Logroño para pedir un crédito personal con el que poner en pie un festival internacional de teatro contemporáneo en una ciudad en la que reinaba y reina el teatro comercial. Esta es una historia de amor, empeño y precariedad que comenzó un día cualquiera, a la hora del vermú, en una ciudad de provincias.

“El primer año, el festival fue absolutamente deficitario y palmamos pasta. Y lo peor de todo es que yo había decidido programar cinco obras, pero luego me engolosiné y terminé con 11 obras”

“Un día, en el Festival de Teatro Amateur de Girona (FITAG), me encuentro con una compañía chilena, una brasileña y una argentina que venían a España a hacer un solo bolo y me cuentan, tomando un vermú, que ponían dinero de su bolsillo para poder hacer funciones en Europa con la idea de visibilizar su trabajo”, explica Jorge Tesone en una conversación con este diario, “Y yo les dije: bueno, vamos a ver si podemos conseguir otras funciones para que sea más rentable ese dinero que invertís en vuestra gira”. Era 2016, Tesone decide armar un proyecto de festival vinculado a Latinoamérica y lo presenta a Iberescena, que entonces tenía abierta su convocatoria de ayudas. Pasa el tiempo y, cuando ya se ha olvidado de aquello, se publica la resolución y comprueba que le han concedido una ayuda. “Y esa fue la primera vez que metí la pata porque la subvención no cubría el 100% del presupuesto del festival y decidí poner yo la diferencia: le pedí algo de dinero a mi novia, a mi suegra, algo que yo tenía ahorrado y empecé a pedir ayudas a Acción Cultural, al Gobierno de La Rioja… pero el primer año, el festival fue absolutamente deficitario y palmamos pasta. Y lo peor de todo es que yo había decidido programar cinco obras, pero luego me engolosiné y terminé con 11 obras en el festival”, de compañías argentinas, chilenas, brasileñas y colombianas.

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Una de las obras representadas en el festival./ CEDIDA

“Decidí que el festival tenía que tener un vínculo con Latinoamérica porque es un teatro que apenas llega al norte de España”, dice Tesone, “y en Logroño nadie programa a una compañía joven emergente que viene de allí porque, hay que ser realista, el principal teatro de Logroño, el Bretón, tiene una programación comercial”. Este 2023, en su séptima edición, el FITLO acoge ocho montajes de compañías españolas del prestigio y proyección de El Conde de Torrefiel, El Patio Teatro (Premio Ojo Crítico de Teatro) o Alessandra García (Premio Max 2022 al Mejor Espectáculo Revelación), pero también a creadores emergentes del otro lado del océano como el chileno Malicho Vaca Valenzuela, los suizo-bolivianos Klara Theaterproduktionen o el argentino Alejandro Schiappacasse.

El presupuesto del festival sigue siendo irrisorio -70.000 euros– que su director financia, en gran parte, a través de una línea de crédito antes de que se hagan efectivas las ayudas que solicita, entre otros, al Gobierno de La Rioja y al ayuntamiento de Logroño, si se las conceden, claro. Lo de adelantar el dinero propio antes de que lleguen las subvenciones es algo recurrente en el sector teatral y lo de ir a un banco a pedir un crédito con miedo a explicar que es para un proyecto teatral, seguramente también: “Cuando fui la primera vez al banco no quería pronunciar la palabra teatro. Decía evento, emprendimiento… pero en un momento se me escapó, y la chica de la sucursal me dijo: ‘¡Ah, vale!’ Supongo que pensó que estaba loco, pero me dio los 7.000 euros que pedimos”.

Tesone explica que cuando empezó, no tenía ni idea de gestión cultural y tuvo que aprender sobre la marcha: “Cada año monto el festival con un presupuesto de gastos, y sé que si me escucha un economista dirá que no tengo ni idea y probablemente tenga razón. Sé lo que me voy a gastar, pero el problema es que no sé cuánto voy a ingresar porque no sabemos cuál va a ser la respuesta del público y tampoco sabemos, cuando empieza el festival, si nos van a conceder las ayudas que hemos pedido. Así que a veces palmamos dinero, pero los préstamos los cubrimos siempre. Ahora estamos pidiendo unos 50.000 euros al banco, a través de una línea de crédito y cuando nos llega el dinero de las ayudas cubrimos esa deuda, pero la resolución de las ayudas puede tardar hasta 6 meses, así que yo puedo pedirlas en abril y hasta octubre, cuando ya se ha hecho el festival, no sé si me las han dado”.

Jorge Tesone, el director del Festival Internacional de Teatro de Logroño./ CEDIDA

Hasta 2019, Jorge Tesone trabajó solo, asumiendo toda la programación y producción del festival, aunque le diera pudor hacer público ese multitasking tan agotador y precario: “Cuando empecé, hubo un momento en que respondía mails con distintos seudónimos. Tenía un mail de programación, de producción, de info y de comunicación pero los contestaba con distintos nombres porque, imagínate, un festival internacional de teatro con una sola persona trabajando y respondiendo a todos los mails. Te juro que el primer año tuve ansiedad. Mi novia dice que me perdió, que la cambié por el festival”. Hoy, el equipo lo forman cuatro personas y su novia, dice, sigue siendo su principal sostén emocional, aunque él sigue sin cobrar por su trabajo por decisión propia. Cuando conversamos, lo hace en una pausa mientras pinta la sala donde El Patio estrenará su nueva pieza, Entrañas, un local que en 1931 fue un antiguo teatro de la CNT y que Tesone quiere convertir en un contenedor cultural y espacio de residencias artísticas.

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¿Cómo es posible que con su presupuesto pueda programar a tantas compañías internacionales? “Porque trabajo con redes. Yo hablo mucho con el director del Grec, Cesc Casadesús, que es el programador más generoso que hay en España, y también con la Fira de Tàrrega o con el Festival de Rivadavia, vemos lo que van a traer ellos e intentamos compartir gastos”. Además, Tesone explica que, igual que hace el resto de directores de festivales, él también tiene en cuenta si las compañías que envían sus propuestas al FITLO (más de 1.400 este año) tienen ya cerrada una gira por Europa en esas fechas.

“Me digo que después de tanto esfuerzo cómo voy a dejarlo y, además, me jode que a Logroño no lleguen propuestas de teatro contemporáneo”

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¿Le tratan de igual a igual los directores de esos otros festivales con presupuestos tan alejados del suyo? “Me da siempre algo de vergüenza y la peor pregunta que me pueden hacer es ‘Oye, y tu festival qué presupuesto tiene’. ¿Qué les digo? ¿Tres duros? ¿De qué vas a hablar con Salvador Sunyer, director del Temporada Alta, con Isla Aguilar deI FIT de Cádiz o con Alberto Conejero, del Festival de Otoño? ¿Les cuento que por la noche me voy a pegar carteles y que soy yo el que está pintando el local donde va a estrenar una compañía? Mientras hablas con ellos tú solo piensas que como te toque invitarles a la cena estás jodido”.

¿No está agotado de trabajar en esas condiciones de precariedad? “Tengo días malos, de bajona, en los que me digo ¿qué estoy haciendo? ¿qué hago yo así con 40 años? Y quiero dejarlo todo y poner una verdulería, que es algo que me encanta, pero me digo que después de tanto esfuerzo cómo voy a dejarlo y, además, me jode que a Logroño no lleguen propuestas de teatro contemporáneo y que la gente esté acostumbrada a ver por decimonovena vez, con todos mis respetos, a Faemino y Cansado. Tú vas al teatro en Logroño y la media de edad es de 65 años. ¿Qué pasa con los jóvenes? ¿Cómo hacemos? Así que, una vez que te has metido, has currado y te has sacrificado tanto, no quiero tener que decir ya está”.  

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